miércoles, 22 de abril de 2020

Cuarentena. “Su Pecado puede Esperar” - Ernesto Alonso

Cuarentena
“Su Pecado puede Esperar”
Ernesto Alonso 


[EL CAMINO] Martes pasado, seis de la tarde, más o menos. Caminaba por una amplia avenida cercana a mi domicilio en la ciudad de Buenos Aires, y presuroso por llegar a los abastecedores de alimentos, antes de que el estado de sitio sanitario decretara el vacío compulsivo de los espacios públicos, pasé frente a un hotel que me hizo meditar un poco.
      
No se trata de cualquier hotel el que encontré en mi camino; son esos que se contratan por espacios bien precisos de tiempo, en los que el anonimato es la regla principal de trato y de funcionamiento y también en los que si el bienestar se paga con tarjeta de crédito los resúmenes son celosamente custodiados por el interesado o la interesada.  
      
El lector perspicaz sospechará que se trata de ese tipo de alojamientos temporarios habilitados para satisfacer aquel impulso vinculado preferentemente a la libido. ¿Por qué no digo que se trata de un Albergue Transitorio? Y bueno, algunos párrafos para ejercitar el modo de no nombrar algo es una suerte de entrenamiento literario. ¡Je me excuse!
      

sábado, 4 de abril de 2020

Un nuevo Mundo es posible. 5 pasos para su construcción - Maximiliano Loria

Un nuevo Mundo es posible
5 pasos para su construcción
Maximiliano Loria
     
     
[EL CAMINO] Nuestra época se funda sobre el siguiente imperativo: ¡Sálvate a ti mismo! Caso contrario, si no te cubres tú mismo las espaldas, quedarás fuera, fuera de aquellas comodidades que la modernidad tardía valora como si fuesen bienes absolutos. Hablo de aquellos bienes materiales que nos proporcionan placer y distracción. 

El filósofo griego Aristóteles decía que existen tres tipos de bienes: los exteriores, los del cuerpo y, finalmente, los bienes del alma. El modo de mencionarlos no resulta azaroso, pues cada uno de ellos tiene que subordinarse al siguiente: los exteriores han de ser para el bienestar del cuerpo y del alma. Asimismo, los bienes materiales y los del cuerpo han de subordinarse a aquellos que proporcionan buena salud a nuestro espíritu.

Pienso que actualmente nos hemos tornado ciegos para los bienes del alma, en especial para la sabiduría y para la amistad. Ya casi nadie aspira a ser sabio, fundamentalmente porque no creemos que exista algo así como «la sabiduría». Nos juzgamos suficientemente perspicaces como para creer en semejante ingenuidad: ¿acaso puede alguien arrogarse el título de sabio?, ¿qué autoridad puede tener alguien que afirme proclamar la “verdad del hombre”? Siempre podemos encontrarle su talón de Aquiles a todo aquel que predique semejante utopía (o mejor, diríamos hoy, ironía). Desconfiamos de la sabiduría y la amistad se ha transformado en un vínculo de mero placer o utilidad, el cual se sostiene solo mientras permanece el mutuo agrado o beneficio.