martes, 21 de diciembre de 2010

Ante los desafíos culturales, claridad de ideas y mansedumbre

Ante los desafíos culturales, claridad de ideas y mansedumbre


La Plata (Buenos Aires), 17 Dic. 10 (AICA).- El obispo auxiliar de La Plata, monseñor Antonio Marino, aseguró que la contemplación de María como Virgen inmaculada permite “sacar fuerzas para iluminar la realidad de nuestro mundo”.

“El contraste no puede ser mayor cuando pensamos en tantos jóvenes que en nuestra sociedad viven envueltos en permanentes mensajes que orientan hacia modelos de vida que no pueden dar lo que prometen, con el resultado del vacío y la pérdida del sentido de la vida. No sólo los jóvenes, sino los adolescentes y hasta los niños, son hoy con frecuencia víctimas de una activa propaganda que corrompe la verdadera concepción del amor y profana el cuerpo, templo del Espíritu”, advirtió.

Frente a esto, el prelado señaló que “la belleza inmaculada de nuestra Madre es garantía de que la gracia es más potente que el pecado y nos autoriza a esperar la redención de cualquier esclavitud. No se libera el hombre por su propio esfuerzo, sino correspondiendo a la gracia de Cristo, que nos precede y acompaña”.

Pensamos también hoy en las luchas de nuestra Iglesia, que siente la desproporción de sus fuerzas ante la magnitud de los desafíos culturales del momento. La Inmaculada nos invita a entrar en su misma lógica de pequeñez y gratuidad, de asociación íntima a su Hijo sin más armas que la fe y los valores del Evangelio. En la Virgen Inmaculada, la Iglesia se mira como en un espejo y se deja reformar sin cesar según su imagen”, subrayó durante una misa en la iglesia del Seminario San José por la fiesta de la Inmaculada Concepción de María.

Monseñor Marino indicó que “como discípulos y misioneros de Jesucristo, no podemos ser ajenos a las esperanzas, crisis y angustias de nuestra patria. Diversos debates públicos sobre temas esenciales para la dignidad del hombre, reclaman de los hijos de la Iglesia gran claridad de ideas, fortaleza y mansedumbre en el testimonio, y una invencible esperanza en la victoria final de la verdad y del amor, en el tiempo fijado por Dios”.

“A igual distancia del desaliento humano y de un fácil triunfalismo, sabemos –agregó- que la palabra final de la historia consiste en el triunfo de Cristo nuevo Adán, quien asocia a María nueva Eva. En ellos se revela el misterio de la Iglesia, como primicia de la humanidad redimida”, concluyó.



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