¿Han Tenido Ustedes un “Encuentro Personal” con Jesús?
[Primera Parte]
Pedro Luis Llera
Encontrarse con el Señor, unirse a Él íntimamente, implica aceptar la santa Doctrina de la Iglesia: su Credo, su Moral, sus Sacramentos…
Todavía recuerdo que, cuando era pequeño, me llevaron a la catequesis de primera comunión a “aprender el Catecismo”: el Credo, el Padre Nuestro, los Mandamientos de la Ley de Dios, los de la Santa Madre Iglesia, los Sacramentos… Aprendíamos a conocer la fe de la Iglesia. Y después de dos años, cuando ya sabíamos el Catecismo (nunca antes), hacíamos la primera comunión: ya estabas preparado para tener “un encuentro personal con Cristo”, realmente presente en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en el Santísimo Sacramento del Altar. Yo tuve mi primer “encuentro personal con Cristo” a los siete años. Y desde entonces, cada domingo, cada día que asisto a la Santa Misa tengo un “encuentro personal” con mi Señor. ¿Ustedes no?
¡Qué diferente es la percepción de los modernistas! “Un año fui a un retiro (ejercicios, convivencias, etc.) donde sentí muy cerca la presencia del Señor: tanto que lloré de emoción ¡Qué bien predicaba el cura! ¡Cómo nos emocionábamos cuando nos abrazábamos para darnos la paz! Es que llorábamos todos y hubiéramos querido que no acabara nunca aquel retiro (ejercicios, convivencias, etc.). Pero luego, vuelves a la vida ordinaria y, como ya no sientes lo que sentías en el retiro (ejercicios, convivencias, etc.), pues dejas de creer y ya no asistes ni a misa. Porque lo importante de la fe, claro está, es que tú sientas y te emociones en la oración; que llores mucho y notes esa efusión incontenible de sentimientos desbordados. Pero como ahora ya no siento nada, ya no creo. Es que cuando voy a Misa me aburro”.
Para los modernistas, la fe es un sentimiento, una experiencia de interioridad, un encuentro personal con Jesús (pero a su manera). El problema es que a Jesús no siempre lo siento en mi interior… Si pudiera verlo junto a mí… Si pudiera sentirlo dentro de mí a cada instante… Los modernistas consumen experiencias compulsivamente. Muchos de ellos son verdaderos adictos y a algunos les da igual ir a unos ejercicios ignacianos que a un retiro budista. Van de retiro en retiro, de peregrinación en peregrinación, de convivencia en convivencia… Siempre en busca de experiencias, de sentir en lo profundo la presencia amorosa de una transcendencia misteriosa. Porque hay que sentir y tenemos que tener muchas experiencias. Sufren estos modernistas de una inflamación emotivista que busca sensaciones fuertes y descargas de adrenalina y de endorfinas espiritualoides. Eso es a lo que ellos llaman “tener una experiencia de encuentro personal con Jesús”.
Dentro de la prolija labor de desenmascarar las mentiras, ambigüedades, medias verdades y mentiras flagrantes y groseras propias de los herejes modernistas, una de las cuestiones en las que más insisten estos heterodoxos consiste en contraponer la doctrina y la moral de la Iglesia con el “encuentro personal con Jesús”: como si lo primero y lo segundo fueran cuestiones poco menos que incompatibles entre sí. Al contrario. Encontrarse con el Señor, unirse a Él íntimamente, implica aceptar la santa doctrina de la Iglesia: su credo, su moral, sus sacramentos… Si no conoces y aceptas la doctrina de la Iglesia, no puedes encontrarte con el Señor: y no deberías comulgar, porque sería pecado grave.
Los modernistas hacen trampas (son unos auténticos estafadores de la fe) y pretenden separar la mística y la espiritualidad de la doctrina y la moral. Los herejes estos quieren separar lo inseparable porque de ese modo creen que pueden inventar una fe a su medida. Como ellos tienen “un encuentro personal con Jesús” y viven experiencias que los demás no podemos tener, nos pueden decir lo que Jesús nos quiere decir realmente y lo que no, saltándose el Credo de la Iglesia, los Dogmas, los Mandamientos, los Sacramentos y hasta el Padre Nuestro, que ahora ya no es Padre, sino Padre y Madre. Jesús está al margen –o incluso en contra– de la Moral y de la Doctrina que predica la Iglesia. Los modernistas son pseudo-místicos, carismáticos de pacotilla. Se constituyen a sí mismos en videntes. Son una especie de nuevos gnósticos, de esotéricos delirantes; una suerte de médiums entre una verdad oculta y misteriosa que está sólo a su alcance y una mayoría de mortales ignorantes, literalistas y fariseos. Dentro de poco competirán con la bruja Lola y los echadores de cartas en la televisión de madrugada, compartiendo franja horaria con la teletienda. Y allí estarían bien, porque lo que predican los herejes modernistas son doctrinas de baratillo, de saldo. Los modernistas son una banda de farsantes mentirosos: enemigos de Cristo y de su única Iglesia verdadera.
Son tan santos que se ven en la obligación de salvarnos de nuestra ignorancia. Porque lo que la Iglesia ha predicado durante dos mil años no vale. Sólo valen las herejías y las tonterías que ellos predican. La soberbia de los modernistas resulta estratosféricamente asombrosa: ellos saben más que todos los santos, que todos los concilios; que todos los Papas, Doctores y Padres de la Iglesia que ha habido desde hace más de dos mil años. La Iglesia empieza ahora con ellos. A todos quieren enmendar la plana o reinterpretar para que digan lo que a ellos y al mundo les conviene que digan.
Para que haya un encuentro personal con el Señor, primero tengo que saber reconocerlo y saber qué es lo que cree la Iglesia. ¿Cómo me voy a encontrar con Alguien, si no lo conozco? Por eso, para iniciarse en la vida cristiana lo primero que hace falta es la catequesis, que es la educación de los catecúmenos para que conozcan la Doctrina de la Iglesia, que comprende cuatro pilares básicos: la profesión de la fe bautismal (el Credo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los Mandamientos) y el Padre Nuestro.
“La fe no consiste en creer en una doctrina o en una moral. La fe implica un encuentro personal con Jesús”. Cuántos sacerdotes, religiosos y obispos repiten este mantra. Y yo me pregunto… ¿No creen estos señores en la presencia real de Cristo en la Eucaristía? ¿No creen en la transubstanciación? Yo tengo un encuentro personal con Cristo cada vez que voy a Misa. ¿Ellos… no? ¿No tienen fe? ¿De qué van?
«Enseña todo esto e insiste en ello. Si alguien enseña otra cosas y no se atienen a los preceptos saludables de nuestro Señor Jesucristo, ni a la doctrina que es conforme a la piedad, es un ignorante y un orgulloso, ávido de discusiones y de vanas polémicas» (1 Tim 6).
Catecismo de la Iglesia Católica, punto 1373: «Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Rm 8, 34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia (cf. LG 48): en su Palabra, en la oración de su Iglesia, “allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre” (Mt 18, 20), en los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25, 31-46), en los Sacramentos de los que Él es autor, en el Sacrificio de la Misa y en la persona del ministro. Pero, “sobre todo, bajo las especies eucarísticas”».
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