martes, 3 de febrero de 2009

Los argentinos y la eucaristía - Mons. Héctor Aguer



LOS ARGENTINOS Y LA EUCARISTÍA
Reflexión del arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en el programa “Claves para un mundo mejor”, en su emisión del sábado 21 de agosto de 2004



Dentro de pocos días comenzará, en Corrientes, el Congreso Eucarístico Nacional y luego, en octubre, en Guadalajara, México, tendremos el Congreso Eucarístico Internacional iniciando el año que el papa Juan Pablo II ha declarado como “Año de la Eucaristía”, que terminará en septiembre del 2005, en Roma, con el Sínodo de los Obispos que tratará, precisamente, este tema vital para la Iglesia y para los cristianos.

Se trata de signos elocuentes que nos interpelan. Se nos propone de nuevo la Eucaristía como fuente y culminación de la vida cristiana y por eso les pido que reflexionemos un momento: ¿cómo nos hacemos cristianos? Nos hacemos cristianos cuando recibimos la palabra de Dios que suscita nuestra fe por la gracia del mismo Dios o bien cuando en la fe de la iglesia somos bautizados.

Hay un itinerario que nos permite alcanzar la condición cristiana: el bautismo, la confirmación y la Eucaristía son los sacramentos llamados “de iniciación”, pues nos inician en la vida cristiana. El bautismo es el nacimiento o como la regeneración, la confirmación, el sello del Espíritu Santo que completa el bautismo como acceso a la plenitud a la madurez y la eucaristía es el fin de la vida cristiana y por eso se repite asiduamente.

Comulgamos permanentemente. Debemos comulgar a lo largo de nuestra vida y por eso la vida cristiana tiene que ser una vida eucarística y es sobre esto que tendríamos que reflexionar.

Me gustaría plantear dos problemas que tienen que ver con la condición religiosa de los argentinos.

En primer lugar, y me gustaría ser claro, la Argentina es un país donde la inmensa mayoría de los bautizados en la Iglesia Católica no van a misa y, entonces, se privan del encuentro semanal con Cristo, de esa participación en el sacrificio que es la renovación, la actualización del mismo sacrificio pascual de nuestra redención.

Y, entonces, ¿cómo es posible que puedan vivir plenamente su condición cristiana? Las convicciones de fe no pueden sostenerse ni tampoco el compromiso y el empeño de una vida de acuerdo a las huellas de Cristo, de acuerdo al Evangelio. Aquí hay algo muy serio para revisar en lo que podríamos llamar la situación religiosa general de nuestro pueblo argentino que, en su inmensa mayoría, es bautizado en la Iglesia Católica.

El segundo problema es el siguiente: la mayor parte de las familias católicas, bautizadas, todavía envía a sus niños a la catequesis para hacer la primera comunión pero resulta que, muchas veces, en una enorme cantidad de casos esa primera comunión acaba siendo la única comunión de la vida.

Todos los años advertimos, en nuestras parroquias y capillas, multitudes de niños que pasan por allí y desaparecen, quizás para siempre, y están encomendados sin duda a la gracia de Dios. Aquí hay otro problema pastoral muy serio que quiere decir que la Eucaristía no ha sido vivenciada personalmente como el fin de la vida cristiana.

Esto quiere decir que hay muchísimos católicos que conciben su relación con Cristo al margen de la Eucaristía, al margen de la misa dominical, al margen de la comunión frecuente.

Me parece importante plantear estos problemas porque, frecuentemente, a los obispos se nos reclaman palabras de orientación y que ofrezcamos soluciones ante las grandes dificultades por las que pasa nuestro país, y quizás se nos tendría que reclamar que pudiéramos resolver estos problemas pastorales vitalísimos de los cuales depende la coloración religiosa de un pueblo y también de otros problemas humanos que nos afectan. Creo que hay que pensarlo bien.


Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata

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