Lo que Dios ha Unido. La Revolución Cultural del Cardenal Kasper
Roberto de Mattei
Texto Original en Italiano publicado por «Corrispondenza Romana» y traducido al Español por «Tradición Digital»
“La doctrina no cambia, la novedad concierne sólo la praxis pastoral”. El eslogan, repetido desde hace un año, por un lado tranquiliza a aquellos conservadores que miden todo en términos de enunciaciones doctrinales, y por el otro alienta a los progresistas que atribuyen a la doctrina escaso valor y confían totalmente en el primado de la praxis. Un clamoroso ejemplo de revolución cultural propuesta en nombre de la praxis nos viene de la relación dedicada a “El Evangelio de la familia” con la que el Cardenal Walter Kasper abrió el pasado 20 de febrero las sesiones del Consistorio extraordinario sobre la familia. El texto, que el Padre Federico Lombardi define como “en gran sintonía” con el pensamiento de Papa Francisco, se merece también por esto ser valorado en toda su envergadura.
El punto de partida del Cardenal Kasper es la contestación de que “entre la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la familia, y las convicciones vividas por muchos cristianos se ha abierto un abismo”. Pero, el Cardenal evita formular un juicio negativo sobre estas “convicciones”, antitéticas a la fe cristiana, eludiendo la pregunta fundamental: ¿Por qué existe este abismo entre la doctrina de la Iglesia y la filosofía de vida de los cristianos contemporáneos? ¿Cuál es la naturaleza, cuáles son las causas del proceso de disolución de la familia? En ninguna parte de su relación se dice que la crisis de la familia es la consecuencia de un ataque programado a la familia, fruto de una concepción del mundo laicista que se opone a ella. Y este silencio a pesar del reciente documento sobre los “Estándares para la educación sexual” de la “Organización Mundial de la Salud” (OMS), la aprobación por parte del Parlamento Europeo del “informe Lunacek”, la legalización de los matrimonios homosexuales y el delito de homofobia hecha por tantos gobiernos occidentales. Además, no podemos no preguntarnos: ¿Es posible, en 2014, dedicar 25 páginas al tema de la familia, ignorando la objetiva agresión que la familia, no sólo la cristiana sino la natural, padece en todo el mundo? ¿Cuáles pueden ser las razones de este silencio, sino una subordinación psicológica y cultural a esos poderes mundanos que promueven el ataque a la familia?
En la parte fundamental de su relación, dedicada al problema de los divorciados vueltos a casar, el Cardenal Kasper no expresa ni una palabra de condena sobre el divorcio y sus desastrosas consecuencias en la sociedad occidental. Pero ¿no ha llegado el momento de decir que gran parte de la crisis de la familia se remonta precisamente a la introducción del divorcio, y que los hechos demuestran cómo la Iglesia tenía razón en combatirlo? ¿Quién tendría que decirlo, sino un Cardenal de la Santa Romana Iglesia? Sin embargo, el Cardenal parece interesarse sólo en el “cambio de paradigma” que exige la situación de los divorciados vueltos a casar.
Casi para prevenir posibles objeciones, el Cardenal se anticipa afirmando: la Iglesia “no puede proponer una solución diversa o contraria a las palabras de Jesús”. La indisolubilidad de un matrimonio sacramental y la imposibilidad de contraer un nuevo matrimonio mientras viva el otro cónyuge “pertenece a la tradición de la fe vinculante de la Iglesia que no puede ser abandonada o disuelta apelando a una comprensión superficial de una misericordia barata”. Pero, inmediatamente después de haber proclamado la necesidad de mantenernos fieles a la Tradición, el Cardenal Kasper avanza dos propuestas demoledoras para escamotear el Magisterio perenne de la Iglesia en materia de familia y de matrimonio.