miércoles, 4 de febrero de 2009

El Borges que no nos muestran - Horacio Boló


El Borges que no nos muestran
Horacio Boló



Un bell morire tuta una vita honora
Dante Alighieri



Han pasado veinte años desde que muriera en Ginebra Jorge Luis Borges, uno de los más grandes escritores, no sólo argentinos, sino de la lengua castellana y una figura universal. ¿Qué podríamos decir que no se haya dicho en innumerables reportajes, ensayos, biografías y conferencias? No mucho, pero sí algo que no nos muestran con frecuencia.

Hay que reconocer que son muy pocos los que en realidad leen a Borges y entre éstos sólo una minoría lee su poesía y creo que es allí donde se encuentra lo más excelso y lo más profundo de su obra. No me considero en condiciones de analizarla como crítico literario porque carezco del talento y la formación para hacerlo. Y dentro de su poesía voy a mostrar a Borges en su diálogo con Dios y con Cristo, que muchos tratan de ignorar porque prefieren sus retruécanos, sus juegos verbales y su aguda inteligencia. Pero hay un Borges más profundo. Veamos algunos de sus versos donde aparece su universo religioso.

(Las citas están tomadas de la edición “Jorge Luis Borges, Obra Poética,” 20ª. Edición, Emecé Editores, Buenos Aires 1989.)

Con verdadera humildad le agradece a Dios lo que ha recibido:
“Así voy devolviéndole a Dios unos centavos
del caudal infinito que me pone en las manos.”
(Versos de catorce, pág. 83)

“Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.”
Intuye a Dios en el acontecer y en la creación:
“Algo que no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas,”
(Poema de los dones, pág. 118)

“Acaso cada hormiga que pisamos
es única ante Dios, que a precisa
para la ejecución de las puntuales
leyes que rigen Su curioso mundo.”
(Poema de la cantidad, pág. 389)

“Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad.....”
(Los espejos, pág. 126)

Y en otro de sus poemas sobre el espejo, pág. 551 dice:
“Yo temo ahora que el espejo encierre
el verdadero rostro de mi alma,
lastimada de sombras y de culpas,
el que Dios ve y acaso ven los hombres.”

Escribió varios poemas inspirados en el Evangelio. En el poema Lucas, XXIII (pág. 156), basado en su meditación del diálogo entre Cristo y el Buen Ladrón en la Cruz:

“oyó... que el que estaba muriéndose a su lado
era Dios y le dijo ciegamente:
acuérdate de mí cuando vinieres
a tu reino, y la voz inconcebible
que un día juzgará a todos los seres
le prometió desde la Cruz terrible
el Paráiso.”

Volverá a referirse a este episodio en “Otro poema de los dones”: “Gracias quiero dar al divino laberinto... por las palabras que en un crepúsculo se dijeron de una cruz a otra cruz,” y en “El oriente” pág 467. “...pero las gentes / de las generaciones de la tierra / no olvidarán la sangre y la plegaria / y en la colina los tres hombres últimos.”

Vale la pena leer su heterodoxo pero interesante “Fragmentos de un Evangelio Apócrifo” fruto de sus lecturas del sermón e la Montaña.

He aquí otras citas de sus versos que expresan su esfera religiosa.
“... la perfecta
forma que supo Dios desde el principio”
(Poema conjetural, pág. 187)

“... estas palabras,
que son mi pobre traducción temporal de una sola palabra:”
(Mateo XXV, 30, pág. 194)

“Detrás del nombre hay lo que no se nombra;
hoy he sentido gravitar su sombra..”
(Una brújula, pág. 196)

“... Dios quiere andar entre los hombres
y nace una madre, como nacen los linajes que en polvos se deshacen,
y le será entregado el orbe entero,”
( Juan I, 14 pág. 216)

“Será (me digo entonces) que de un modo
secreto y suficiente el alma sabe
que es inmortal y que su vasto y grave
círculo abarca todo y puede todo.”
(Composición escrita..... pág. 226)

¿No podríamos hacer nuestra esta plegaria suya?:
“Dame, Señor, coraje y alegría
para escalar la cumbre de este día.”
(James Joyce, pág. 326)

Pero vivió su relación con Dios en un profundo drama que por momentos lo llevó a una noche oscura, como se ve en ese poema terrible “Cristo en la Cruz” (pág. 645), escrito en Kyoto dos años antes de su muerte, donde dice: “Cristo en la cruz... No lo veo / y seguiré buscándolo hasta el día / último de mis pasos por la tierra.”

Su drama religioso no sólo está presente en su poesía sino en su vida. Durante las exequias de su madre Borges le dijo al sacerdote que lo acompañaba en el cementerio de la Recoleta: “cuando yo muera, quiero hacerlo en el seno de la fe de mi madre.” En sus últimos años concurría a presenciar los oficios litúrgicos de la Iglesia Ortodoxa Griega y esto debió ser importante para él ya que María Kodama pidió especialmente que este lugar fuera incluido en un circuito turístico de Buenos Aires basado en la vida de Borges. El día 13 de junio de 1986 el Padre Pierre Jaquet, párroco de San Marcos, en los suburbios de Ginebra, fue llamado para asistir espiritualmente a un enfermo grave, y como el mismo sacerdote lo manifestó, se encontró frente a un anciano lleno de amor, muy debilitado, pero que en forma manifiesta entendía lo que se le decía, asociándose a la oración y al sacramento de la Reconciliación de la Iglesia Católica. Este mismo sacerdote presidió las exequias en una celebración ecuménica en la vieja catedral católica, hoy protestante, de Ginebra y luego bendijo la tierra de su sepultura en el camposanto de Plainpalais. En su poesía y en su muerte contemplamos el misterio de un alma.

EL ANGEL

Que el hombre no sea indigno del Ángel
Cuya espada lo guarda
Desde que lo engendró aquel Amor
Que mueve el sol y las estrellas
Hasta el Último Día en que retumbe
El trueno en la trompeta.
Que no lo arrastre a rojos lupanares
Ni a los palacios que erigió la soberbia
Ni a las tabernas insensatas.
Que no se rebaje a la súplica
Ni al oprobio del llanto
Ni a la fabulosa esperanza
Ni a las pequeñas magias del miedo
Ni al simulacro del histrión;
El Otro lo mira.
Que recuerde que nunca estará solo.
En el público día o en la sombra
El incesante espejo lo atestigua,
Que no macule su cristal una lágrima.

Señor, que al cabo de mis días en la Tierra
Yo no deshonre al Ángel.

Jorge Luis Borges



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