miércoles, 13 de julio de 2011

El Calvario de la Iglesia Española en el verano de 1936 - P. Alberto Royo Mejía

El Calvario de la Iglesia Española en el verano de 1936
P. Alberto Royo Mejía


Hace 75 años, por estas fechas


A comienzos del 1936, concretamente el 7 de enero, quedaron disueltas las primeras Cortes ordinarias de la Segunda República y convocadas las elecciones generales que tuvieron lugar el 16 de febrero de 1936 y dieron la victoria al Frente Popular formado por republicanos, socialistas, comunistas, sindicalistas y el Partido Obrero de Unificación Marxista. De esta forma llegaron al poder algunos de los partidos más violentos y exaltados, creando una situación tan insostenible que los exponentes más moderados del ejecutivo fueron incapaces de controlar.

Comenzó desde el 16 de febrero de 1936 una serie de huelgas salvajes, alteraciones del orden público, incendios y provocaciones de todo tipo que llenaban las páginas de los periódicos y los diarios de sesiones de las Cortes. La complicidad de autoridades diversas en algunos de ellos fue a todas luces evidente. Recuerda Cárcel Ortí que incrementó sensiblemente desde aquella fecha la prensa anticlerical y facciosa, que incitaba a la violencia, como La Libertad; El Liberal y El Socialista. Según datos oficiales recogidos por el Ministerio de la Gobernación completados con otros procedentes de las curias diocesanas, durante los cinco meses de gobierno del Frente Popular, varios centenares de iglesias fueron incendiadas, saqueadas, atentadas o afectadas por diversos asaltos; algunas quedaron incautadas por las autoridades civiles y registradas ilegalmente por los ayuntamientos.

Varias decenas de sacerdotes fueron entonces amenazados y obligados a salir de sus respectivas parroquias; otros fueron expulsados de forma violenta; varias casas rectorales fueron incendiadas y saqueadas y otras pasaron a manos de las autoridades locales; la misma suerte corrieron algunos centros católicos y numerosas comunidades religiosas; en algunos pueblos de diversas provincias no dejaron celebrar el culto, prohibiendo el toque de campanas, la procesión con el Viático y otras manifestaciones religiosas; también fueron profanados algunos cementerios y sepulturas como la del obispo de Teruel, Antonio Ibáñez Galiano, enterrado en la iglesia de las Franciscanas Concepcionistas de Yecla (Murcia) y los cadáveres de las religiosas del mismo convento.

Frecuentes fueron los robos del Santísimo Sacramento y la destrucción de las Formas Sagradas.

Los atentados personales afectaron a varios sacerdotes, pues además de los muertos, que fueron 17, otros sufrieron encarcelamientos, golpes o heridas. Pero a pesar de todas estas amenazas, la mayoría de los sacerdotes permanecieron fieles en sus ministerios con el consiguiente riesgo, mientras que los religiosos fueron expulsados de todos los centros oficiales. En muchas poblaciones los desmanes se cometieron con el consentimiento de las autoridades locales y en otras éstas impidieron la defensa de los católicos. En todas partes quedaron impunes los malhechores. Se creó, pues, un clima de terror en el que la Iglesia era el objetivo fundamental… Todas las acciones revolucionarias fueron hábilmente desarrolladas por grupos extremistas de izquierda: los anarquistas con su sindicato, la F.A.I; los socialistas más radicales de Largo Caballero, conocido como el Lenin español, y los comunistas con ideología y métodos estalinistas.

Y todo este explosivo conjunto, incitado por la fobia anticlerical y anticristiana de la masonería. Cuando se habla de la Persecución Religiosa en España, casi no se menciona a la masonería. Y sin embargo, tuvo capital influencia en el desarrollo de la misma. Juan Ordóñez Márquez en su “Apostasía de las masas”, lo demuestra sobradamente y bastan de muestra unas citas breves pero significativas:

“Juzgamos oportuno señalar la filiación masónica de la inmensa mayoría de los prohombres republicanos españoles de aquel quinquenio. […] Es curioso observar la asombrosa proliferación republicana de cargos y candidaturas gubernamentales. Desde 1931 a 1936 se registraron hasta ciento sesenta cambios de personajes en las carteras de los ministerios. Claro que los cambios se multiplicaron mucho más que las personas, y no deja de ser significativo el ver cómo los miembros de la Secta pasaban de un ministerio a otro, o de un cargo otro, sin quedar jamás verdaderamente cesantes”.

Por la Presidencia del Consejo pasaron en gestiones sucesivas nada menos que seis conspicuos masones: Manuel Azaña desde octubre de 1931 a septiembre de 1933, y de febrero a mayo de 1936; Ricardo Samper Ibáñez que sustituyó a Lerroux, de abril a octubre de 1934; Alejandro Lerroux García en septiembre de 1933, y de febrero a mayo de 1933; y desde octubre de 1934 a septiembre de 1935; Diego Martínez Barrios de octubre a diciembre de 1933; Manuel Portela Valladares que presidió desde el 14 de diciembre de 1935 al 19 de febrero de 1936, para dejar paso a Azaña, y finalmente a Santiago Casares Queiroga a partir del 13 de mayo de 1936. De los cinco años de República apenas nueve meses estuvo la Presidencia del Consejo en manos de titulares no masónicos: de abril a octubre de 1931 que lo fue Alcalá Zamora y desde septiembre a diciembre de 1935 que lo fue Joaquín Chapaprieta.

De todos ellos consta su semblanza masónica, que Ordoñez Márquez nos resume: Manuel Azaña Díaz, el Plutarco de las logias Matritense e Hispano-Americana de Madrid; Ricardo Samper Ibáñez, miembro del Rotary Club, Distrito 60, de Madrid y Valencia, ministro de Trabajo y Previsión Social, de Industria y Comercio y de Estado; Alejandro Lerroux García, nombre simbólico Giordano Bruno, grado 3° de la logia Verónica, también perteneció a las logias Adelante y La Unión; Diego Martínez Barrios fue simplemente la Masonería en el poder, no tenía otra razón de ser su presencia constante en los Gabinetes Republicanos; Manuel Portela Valladares, nombre simbólico Voluntad, grado 33 de las logias Fénix y Liberación de Barcelona; Santiago Casares Quiroga, nombre simbólico Saint Just frecuentó las logias Hispano Americana de Madrid y Suevia de La Coruña.

Ante tantos y tan repetidos desmanes como venían sucediéndose desde la llegada al poder del Frente Popular en febrero de 1936, el Papa Pio XI en un Discurso de 12 de mayo de 1936 denunció el peligro del comunismo en todas sus formas y grados, como el primero, el mayor y el más general de los peligros que amenazaban al mundo en aquellos momentos. El Pontífice, que ciertamente no tenía pelos en la lengua, habló también de los ensayos realizados hasta el momento por el comunismo eran Rusia, Méjico, España, Uruguay y Brasil.

El 16 de junio de 1936, ante las Cortes, Gil Robles puso de manifiesto el estado de subversión en que se vivía en España:

“Habéis ejercido el poder con arbitrariedad y total ineficacia. Los datos estadísticos lo prueban: desde el 16 de febrero hasta el 15 de junio último un resumen numérico arroja los siguientes datos: iglesias totalmente destruidas, 160; asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos e intentos de asalto, 251; muertos, 269; heridos de diferente gravedad, 1.287; agresiones personales frustradas o cuyas consecuencias no constan, 215; atracos consumados, 138; tentativas de atracos, 23; centros políticos y particulares destrozados, 69; idem asaltados, 312; huelgas generales, 113; huelgas parciales, 228; periódicos totalmente destruidos, 10; asaltos a periódicos e intentos de asaltos y destrozos, 33; bombas y petardos que estallan, 146; recogidos sin estallar, 78”.

Un mes más tarde, dos días después del asesinato del diputado monárquico José Calvo Sotelo, en la sesión de la Diputación Permanente de las Cortes, el mismo Gil Robles completó la precedente estadística con los datos referentes al mes transcurrido:

“Desde el 16 de junio al 13 de julio inclusive se han cometido en España los siguientes actos de violencia: Incendios de iglesias, 10; atropellos y expulsiones de párrocos, 9; robos y confiscaciones, 11; derribos de cruces, 5; muertos, 61; heridos de diferente gravedad, 224; atracos consumados, 17; asaltos e invasiones de fincas, 32; incautaciones y robos, 16; centros asaltados e incendiados, 10; huelgas generales, 15; huelgas parciales, 129; bombas, 74; petardos, 58; botellas de líquidos inflamables lanzadas contra personas o cosas, 7; incendios, no comprendidos los de iglesias, 19. Esto en veintisiete días. Ni el derecho a la vida, ni la libertad de asociación, ni la libertad de sindicación, ni la libertad de trabajo, ni la inviolabilidad del domicilio han tenido la menor garantía con esta ley excepcional que por el contrario, se ha convertido en elemento de persecución contra todos aquellos que no tienen las mismas ideas que los componentes del Frente Popular.

Todos los días, por parte de los grupos de la mayoría, por parte de los periódicos inspirados por vosotros, hay la excitación, la amenaza, la conminación para aplastar al adversario, a realizar con él una política de exterminio. A diario la estáis practicando: muertos, heridos, atropellos, coacciones, multas, violencias… Este período vuestro será el período máximo de vergüenza de un régimen, de un sistema y de una nación”.

El diario vaticano L’Osservatore Romano escribió el 26 de julio de aquel año, refiriéndose a la “Genesi della tragedia spagnola”, esta bien certera observación:

“La prima causa della rivoluzione.- La rivoluzione non incomincia il 18 luglio con la sollevazione della Legione straniera nel Marocco. Incomincia molto prima: il 16 febbraio, con 1′andata al governo del Fronte popolare il quale, malgrado la maggioranza elettorale delle destre, ottiene tutto il potere in virtú di una legge elettorale che é considerata dalle altre correnti partigiana. Dal 16 febbraio al 18 giugno la Spagna é in stato di rivoluzione; la rivoluzione permanente, che le sinistre non frenano.

Calvo Sotelo ha pagato con la vita le sue denuncie e le sue statistiche rivoluzionarie. In cinque mesi si ebbero, secondo i dati piú ottimistici, 334 morti, 1517 feriti, 196 chiese distrutte, 185 attentati, 78 distruzioni di edifici pubblici e privati, 10 incendi di redazioni di giornali, 192 scioperi generali, 320 scioperi parziali. Le chiese, la proprietá, il lavoro, la stampa, la vita, tutto é stato minacciato, offeso, calpestato. Il nuovo calvario della Spagna é incominciato il 16 febbraio La Spagna -scrive il Journal des Débats- raccoglie il frutto della politica distruggitrice che 1′ha immolata all’anarchia rivoluzionaria. Quando si abbattono i principi basilari della societá e la si abbandona ai demolitori, si inaugura il regno di tute le violenze”.

Explica Monseñor Montero en su extensa y muy documentada “Historia de la persecución religiosa en España”, que en los meses de julio y agosto de 1936 se alcanzó la cifra más elevada de asesinatos de toda la persecución y él, en 1960, ofreció los datos a su disposición. Aunque no son totalmente exactos, sin embargo, revelan la magnitud de los asesinatos: de los 6.832 eclesiásticos muertos, 4.184 pertenecen al clero secular, incluidos 12 obispos y 1 administrador apostólico; y los seminaristas; 2.365 son religiosos y 283 religiosas. No es posible ofrecer ni siquiera cifras aproximadas del número de seglares católicos asesinados por motivos religiosos, porque no existen estadísticas fiables, pero se cree que fueron varios millares.

Pero si, como advierte Cárcel Ortí, los datos de Montero no son enteramente exactos, pues según investigaciones posteriores fiables hay que modificarlos, la modificación de las cifras es mínima en el conjunto, y siempre dan un aumento de número de víctimas. Por lo cual Cárcel afirma que en verdad, quitando Madrid y Cuenca, las variantes de otras diócesis con los datos de Montero son insignificantes. Respecto a Madrid, Montero anota 334 víctimas, mientras que Alfaya Camacho dice que fueron 435; y de la diócesis de Cuenca Montero anota 109 mientras Cirac en su Martirologio Conquense ofrece 120. Insignificantes las variantes de Toledo y Lérida…. En resumen, las víctimas eclesiásticas martirizadas en la persecución religiosa de la Segunda República, pasan ligeramente de 7000.

Entre todas las Congregaciones Religiosas obtuvo la palma por el mayor número de sus Mártires, la más joven Congregación Religiosa, la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos) que en julio de 1936 acababa de cumplir los 87 años de su Fundación. El total de mártires claretianos asesinados, según Montero, son 259, y según las estadísticas de la Congregación, 270.

Iribarren, que hizo un minucioso estudio sobre la cronología de la persecución, afirma que durante los últimos días del mes de julio el número de víctimas del clero ascendió a 861 y sólo el día de Santiago, patrón de España, 25 de julio, fueron martirizados 93 miembros del clero secular. En agosto se alcanzó la cifra más elevada, con un total de 2077 asesinatos que corresponden a una media de 70 al día, entre los cuales hay que incluir a diez obispos. El 14 de septiembre cuando Pio XI dirigió unas palabras de aliento a varios peregrinos españoles, no se habían cumplido todavía dos meses desde el comienzo de la revolución y las víctimas de la persecución religiosa se aproximaban a las 3.400.

Durante el otoño prosiguieron las matanzas, aunque en número inferior y desde comienzos de 1937 decrecieron sensiblemente de forma que el 1 de julio de 1937 cuando los obispos publicaron la célebre Pastoral Colectiva sobre la guerra, el clero asesinado alcanzaba ya la cifra de 6.500. Por ello termina Iribarren su minucioso análisis con dos importantes conclusiones: Primera, 6.500 mártires no en tres años sino en menos de uno; y segunda, la influencia que el eco mundial de la pastoral debió de tener en que después de ella y hasta el final de la guerra civil, veintiún meses más tarde, ya no fueron sacrificadas sino 332 víctimas más, la mayor parte de ellas el mismo año 1937.








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